Los troperos y sus carretas configuraron, junto a los arrieros y sus mulas, el sistema de transporte terrestre que articuló los mercados de América Latina durante más de 300 años. Desde la conquista española (siglo XVI), hasta la expansión del ferrocarril (segunda mitad del XIX), estos actores tuvieron a su cargo el transporte y el comercio en la región, y contribuyeron, en forma decisiva, a promover la agricultura, la ganadería, la minería y la industria artesanal. Su tarea fue complementaria del transporte marítimo y fluvial, que enlazaba los mercados locales con los puertos de ultramar.
La carreta estuvo en el corazón de la actividad económica de América Latina durante más de tres siglos. La relevancia de la carreta en el espacio latinoamericano se ha visto reflejada en las más diversas expresiones de la vida económica, social y cultural de la región. Un país ha elevado a la carreta al nivel de “símbolo nacional” (Costa Rica). En otras naciones se han realizado monumentos, esculturas y murales en honor a la carreta (Uruguay y Chile). La tradición de este medio de transporte es renovada constantemente en desfiles de carretas que se realizan en festivales populares, como los que ocurren cada año en Panamá. A ello podríamos añadir la apelación comercial a este tradicional medio de transporte, cuyo nombre es constantemente utilizado como marca o denominación de restaurantes, hoteles y posadas desde Argentina y Chile hasta Venezuela, México y EEUU, sobre todo los estados de origen hispánico como Florida y Nuevo México.
La carreta es puesta allí, como símbolo de una tradición que se valora, aunque todavía no se comprenda muy bien por qué. Desde la literatura varios autores han colocado a la carreta en el centro de sus obras como René Marqués (Puerto Rico), Bruno Traven (México), Enrique Amorim (Uruguay), Juan Draghi Lucero y Ana Gándara (Argentina) y Luis Durand (Chile). En el campo de la música popular, la carreta se encuentra presente en canciones de muchos de los más difundidos cantores del Cono Sur, como Víctor Jara (Chile), Atahualpa Yupanqui y Buenaventura Luna (Argentina).
La carreta surge entonces como un símbolo de la cultura latinoamericana, un referente identitario, un lazo con las raíces históricas. Pero la carreta aún en nuestros tiempos es parte de la sociedad, en algunas como un ente criollo asociado a nuestro folclor, para otro es parte de su día a día, generalmente los vemos en las zonas rurales del país donde se utiliza como medio de comunicación entre pueblos, transporte, como parte del trabajo, pero aun así en partes urbanas podemos ver la utilización de la carreta, haciendo un contraste con este mundo frio, indiferente, falto de vida en sus calles, la carreta rompe con este mutismo, con este tiempo, quebranta toda lógica humana, cuando la vemos andar lentamente al trote de sus caballos, cuando oímos el rechinar paso a paso, cuando escuchamos el grito de cochero que dice: “harre”, “harre” en las angostas calles porteñas, esta nos rompe nuestra visualidad, para alguno como algo grotesco para otros como algo pintoresco, pero todos en nuestras convenciones, en nuestro subconsciente sabemos lo que es una carreta, un destino, un punto final, un viaje, difícilmente cercano, real, es un viaje en nuestra mente, es un símbolo de viaje, por eso la carreta es parte de una poética colectiva mental, de ella sacamos miles y una lectura, como saber ¿donde va?, ¿su meta?, ¿que es lo que lleva?, con el imaginario carreta hacemos una asociación del objeto pero mas aun se construimos un relato visual a partir de este, inconscientemente la hacemos parte de uno, mas allá de un objeto histórico digno de museos, pasa hacer un cuento social. Como lo vemos en la película de Carl Dreyer “Ordet”. En una de las escenas finales, vemos la muerte de unos de los personajes, por lo que la familia prepara el velorio, mientras una carreta-carroza va en busca del cuerpo para su entierro, los que nos dice Dreyer mas allá del lenguaje propio del film que es
La asociación de la carreta pasa hacer nuestro acompañante a otra vida, a este otro espacio y tiempo que hay mas allá de la vida física, la carreta mas lejos de llevarnos de un pueblo a otro es un canal comunicación entre la vida-muerte trasciende los portales de humanos, quedándose en nuestro imaginario propio.
Por: Romny Leiva
La carreta
La rueda, el paso, el hombre que cavila.
Absorta de luz, la carreta
en camino hacia quién sabe dónde
y el tránsito del cielo la acompaña.
Giran imágenes en torno
de los ejes y, sin cesar,
a el sendero abandona las horas.
Toda premura la disipa el viento
que al campo peina y arrea
en silencio cambiantes nubes.
¿Quién guía la carreta de lentas ruedas
y polvorosos pensamientos?
Parece sencillo existir
o caminar ignorando hacia dónde.
Mientras viaja detenida la carreta,
un dentro con un más dentro
es réplica o murmullo de resaca.
La rueda, el paso, el hombre que cavila.
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